Si hay un sabor que define la alegría de una fiesta venezolana, ese es el de un tequeño recién hecho. Crujiente por fuera y con un corazón de queso derretido que se estira al morderlo, este pequeño manjar se ha ganado a pulso su trono como el rey de los pasapalos. Pero, ¿qué es lo que hace a este simple palito de masa y queso tan irresistible para todos?
El tequeño es, en esencia, una varita mágica de sabor. Su historia se remonta a la ciudad de Los Teques, en Venezuela, de donde toma su nombre. Se trata de una tira de masa de harina de trigo, enrollada en espiral alrededor de un trozo de queso blanco, que luego es frita hasta alcanzar un color dorado perfecto. La clave está en la explosión de texturas: el «crunch» de la masa crujiente, que contrasta con la suavidad del queso que se derrite en tu boca.
Más que un simple aperitivo, el tequeño es un símbolo cultural. No hay cumpleaños, boda o reunión familiar en Venezuela que no incluya una bandeja de tequeños, listos para desaparecer en segundos. Su tamaño perfecto lo convierte en el bocado ideal, fácil de comer y con una capacidad única para generar sonrisas y conversaciones. Es el tipo de comida que no necesita presentación: solo verlo es suficiente para que las manos se extiendan a por él.
Así que, si tienes la oportunidad, no lo dudes. Muerde un tequeño y siente la magia. Escucha el crujido, saborea el queso tibio y entiende por qué este humilde pero poderoso bocado ha trascendido fronteras para convertirse en una delicia que conquista corazones y paladares en cada rincón del planeta.
Fuente: Pegaísima 91.7FM- Daimal Gómez Pasante de UBV.