Lo que para el público es un simple desfile de belleza, para una candidata y su familia representa una inversión monumental y un camino de sacrificios. En 2025, convertirse en miss en Venezuela no es solo un sueño: es una aventura financiera que, según especialistas, puede rozar los $25,000. Una cifra casi irreal en un país donde el salario mínimo es insuficiente para cubrir la dieta más básica.
Esta metamorfosis inicia mucho antes de pisar el escenario. En peluquerías, se invierten más de $700 en extensiones y tratamientos. El siguiente paso, y quizás el más costoso, son las cirugías estéticas; una ronda de retoques puede superar los $10,000, o tener un costo individual entre $1,500 y $4,000. A esto se suma el arte efímero del traje de gala, que se usa una sola noche, pero puede costar entre $7,000 y $10,000. Aún así, algunas candidatas pagan un extra para incrustar detalles que, según el diseñador, las harán destacar.
Pero el gasto no termina en el brillo. La preparación física y nutricional también pasa factura. Una dieta de alimentos saludables puede superar los $2,000 al mes, mientras que un entrenador especializado puede costar hasta $800. Estas cifras obligan a las familias a sacrificarse, como lo resumió una excandidata: “En casa se comían el muslo para que yo comiera la pechuga”.
Ante estos costos, la mayoría no lo logra sola. Marcas, clínicas y benefactores anónimos se convierten en patrocinadores. La corona, que brilla en la noche final, no solo está hecha de diamantes, sino de una factura millonaria, el trabajo arduo y el sacrificio de toda una familia.
Fuente: Pegaísima 91.7FM- Daimal Gómez Pasante de UBV – con información de 2001

